Miguel Ángel Solá es, sin dudas, uno de los mejores intérpretes argentinos de su generación. Representa la novena generación de actores de una familia con una larga vinculación al teatro.

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Radicado desde hace varios años en España, regresó a Buenos Aires para encarar el protagónico de “Mi querido presidente”, junto al actor uruguayo Maxi de la Cruz. En esa obra, producida por Gustavo Yankelevich, personifica a un singular terapeuta que debe atender a un electo jefe de Estado.

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Solá repasa los comienzos del teatro: “Es una cosa que viene de las cavernas. Alguien tenía que contarle a la gente que estaba adentro que afuera estaba la vida. Tenía que reflejarle al otro la vida, la muerte, la esperanza, contar cómo se iba un espíritu del cuerpo. Por eso siento que lo único importante es pasar los hechos de la realidad por la imaginación”, explica.

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Sin embargo, al principio él no quería saber nada con la actuación; lo tomaba como un hecho normal por su familia: “Pero el teatro me ha sacado muchas horas a mi mamá. Entonces al teatro lo quería cagar a trompadas (sonríe)”.
Luego se enamoró de la experiencia teatral. Asegura que nunca tuvo temor ni ansiedad en un estreno: “Nunca tendré miedo en mi casa que es el teatro”, reflexiona.

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Solá también recuerda otros momentos no tan gratos de su carrera, como su relación conflictiva con el director Cecilio Madanes o con Romay, a quien le ganó dos juicios: “Tenía cosas de maldad al pedo, la verdad”.
Asimismo, rememora otros hechos complicados en su carrera, como la vez que tuvo que levantar una función porque tenía una bomba en su camarín en La Plata en el ‘76 y las amenazas que sufrió en el ‘99. “Los hijos de puta no necesitan excusas. Hacen lo que hacen y no tienen por qué. No hay justificación alguna para que haya amenazas. Son cerdos. Todo vuelve y entonces terminarán reventando de lo mismo que generan”, sostiene.

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Respecto a su visión de la televisión actual asegura: “Es una porquería. No tengo lo que quiero ver en televisión”.
Y cree que los jóvenes de ahora interesados en la profesión no van a tener gente en el medio que se ocupe, que quieran verlos crear. “Lo que viví es una época maravillosa con la creación de los canales, la tevé blanco y negro, la llegada del color. Lo que existe ahora es un ano contra natura de la profesión de actor. Da mucha vergüenza”, dice.
Solá confiesa que tiene “una mala salud de hierro” y agrega: “Me gustaría descansar, pero tengo que seguir trabajando. Me gusta trabajar y tengo que aceptar lo que ofrecen. No puedo darme el gusto de decir no. Salvo “Mi querido presidente”, hace cinco años que hago cosas que no hubiese hecho nunca en mi vida. Ni siquiera me hubiese tomado el trabajo de pensarlas. Llega un momento en que tenés que aceptar papeles pequeñitos y cositas en el cine y la televisión porque sino, no comes. Hay que sobrevivir y sigo teniendo esperanza”.
Por último, respecto a la situación actual del país, dice que todavía tiene que pasar tres meses más viviendo en este suelo para contestar la pregunta.
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