Fantástica y eterna: Hay gente que es eterna por lo que significó en nuestras vidas, como sucede con Diego Maradona. Y Raffaella, sin dudas, es una de ellas. Aquí, una fan... (Cedoc)

EDITORIAL

Hoy seré tu mejor versión

Hoy me toca despedirla a ella, esa mujer mujer a la que imito desde chica y cuyas canciones canté, canto y cantaré así en la ducha como en las fiestas. Por suerte, es eterna...

Por Marcela Tarrio

Algún día iba a pasar. Algún día me iba a tocar hacer la tapa de su despedida. Gajes del oficio de una periodista. Y esta vez me toca decirle adiós a la mujer -y quien me conoce fuera del trabajo lo sabe- a la que viví imitando toda mi vida... Sí, tengo fotos, pero no da para publicarlas. ¡Cómo me gustaba Raffaella Carrá!, y uso mal el tiempo pasado porque en su caso siempre fue un “presente continuo”.

Con mi escasa memoria para mi vida personal, inversamente proporcional a la profesional-, me recuerdo con 10 años -o por ahí andaría-, pegada al televisor cada vez que aparecía, y agitando la cabeza porque gracias a mi mamá y su peluquera, yo ya tenía también una melenita de oro que daba para el agite. Y ahí iba, replicando cada paso, micrófono de juguete en mano porque para ser Raffaella, señoras y señores, había que cantar y bailar a la vez.

Diez años después, en la facu, y con una década de experiencia en ser esa mujer frente al espejo de casa, me animaría a ser ella en un trabajo práctico cuasi estudiantina donde ya recurrí a calzas y blusa con hombreras más una peluca que, reconozco, no estuvo a su altura. Y no paré más. A más años, más Raffaella me ponía. Hasta que, claro, me convertí en la atracción de las reuniones de amigos y demás eventos, por supuesto ya profesionalizando el hobby con mis amigos músicos pasando la pista. El problema, reconozco, siempre era juntar a mis “raffaellitos”, ese grupo de bailarines que la acompañaban en sus coreos, como cuando en el 0303 la alzan recostada sobre sus brazos. Pero siempre alguno se sumaba a mi locura...

Hoy más que nunca, amada Raffaella, voy a poner Explota mi corazón y seré tu mejor versión frente al espejo. Y luego, para honrarte aún más, cantaré en mi karaoke ese Tuca Tuca que adoro y ese lento que canté toda mi vida, llamado Fuerte, fuerte, fuerte.

Hasta siempre y nos vemos en un rato, y en cada segundo en el que suenen tus canciones o a mí se me dé por cantarlas, así en la ducha como en las fiestas. Porque como dice el título de nuestra nota de despedida replicando la frase que hicieron popular en Italia años atrás, “nada es eterno, exceptó la Carrá”.